El fin del comienzo. Cuento 1002

Llegaba la época de vacaciones para ella en su trabajo. Estaba feliz de que su marido no podría acompañarle, ya que él no tenía vacaciones.

Ella compro un paquete para Grecia. Atenas seria el escenario de nuevas aventuras para ella. Cansada de la vida rutinaria de la agitada Madrid, se destinaba a encontrase con el hombre que conoció por casualidad en unas vacaciones anteriores y con el cuál había tenido conversaciones algo picantes y románticas en Internet a escondidas de su marido.

Llego el día de la partida hacia Atenas, ella se fue un poco insegura, ya que no sabía internamente si en verdad quería cambiar de vida, pero necesitaba respirar otro tipo de aire, el de su vida lo sentía fétido y muerto. Ella sabía desde hace mucho que él ya no la amaba de verdad. Conocía de sus aventuras y deslices. Él, aunque no muy agraciado físicamente, sabía que decirle a una chica para llevarla a la cama fácilmente.

Ella llegó a Atenas y llamó a su marido diciéndole, lo maravillosa que era la ciudad, pero no lo curiosa que estaba por saber como sería su amigo en la cama. El marido se sentía un poco nervioso, no sabía el porque. Quizás en el fondo si lo sabía o imaginaba. El no la amaba ya y ella lo percibía claramente. El amor estaba seco y en la búsqueda desesperada por agua, un escenario romántico como Atenas, era el perfecto para comenzar una nueva relación o tener una aventura.

El tenia miedo de perderla y no era por el hecho de que ella fuese realmente especial para el, sino más bien, porque para ella él era especial. Después de todo quien más lloraría por el. En el fondo el se sentía muy solo y vacío. Y su amor por ella, era simplemente un escape de esa soledad.

Durante su estadía en Atenas. Ella disfrutó de muchas escenas románticas y buenas noches de sexo, aunque su nuevo amigo no era muy bueno en la cama, por lo menos le hacia sentir deseada, cosa que no sentía desde hace mucho tiempo con su marido.

A la vuelta de Atenas, el marido le esperaba en su casa.Él le miro a los ojos percatándose de un brillo nuevo. Ella trató de ocultarlo. Él tenía la intuición y la certeza de que ella ya no era la misma. Ella ya no le amaba más a él. Su cuerpo y su corazón pertenecían a otro. El la ayudo a desempacar sus cosas y encontró una carta donde decía “Gracias por las noches tan intensas mi pequeña conejita”.

La ira subió hasta el máximo de sus dimensiones en el cuerpo del hombre y el se entrego a la peor de las emociones humanas. No podía entender lo que ella había hecho, por más de que lo hubiese hecho el mismo muchas veces. El dolor era tan fuerte. El sabía que en verdad de ahora en adelante estaba solo.

No hizo más que hacer las preguntas más típicas de la estupidez masculina. ¿ Es mejor que yo en la cama? ¿La tiene más grande que yo? ¿ Se la has chupado? ¿ Donde lo hicieron? Ella lo negaba todo. El solo repetía.¿Por qué? Aunque el tenía las respuestas, quería oírlo de sus labios. Él solo esperaba un poco de esa honestidad cruel, que él siempre le dio a ella.

Ella no pudo decir nada, no quería hacerle sufrir en el fondo. Ella sabía lo que dolía saberse mesa de segundo plato. Además ella tenía ahora miedo de estar sola, ella sabía que ese descubrimiento por parte de él, era el fin de todo y el nuevo amigo no le dio ninguna promesa de amor, ni siquiera mostró algún signo de algo duradero.

Al poco tiempo el hombre se sintió agradecido con ella. Ella le había mostrado una cara de el dolor que él no conocía. El ahora la amaba profundamente pero no como mujer, si no como ser humano. Descubrió que el no conocía el amor, pero ahora el estaba totalmente abierto a toparse con él. Él quería descubrir eso de respetar, amar, cuidar y compartir en los brazos de una nueva mujer...